Faetón (I) | ||||
Tuvo éste en ánimos un igual, y en años, | ||||
del Sol engendrado, Faetón; al cual, un día, que grandes cosas decía | 750 | |||
y que ante él no cedía, de que fuera Febo su padre soberbio, | ||||
no lo soportó el Ináquida y «A tu madre», dice, «todo como demente | ||||
crees y estás henchido de la imagen de un genitor falso». | ||||
Enrojeció Faetón y su ira por el pudor reprimió, | ||||
y llevó a su madre Clímene los insultos de Épafo, | 755 | |||
y «Para que más te duelas, mi genetriz», dice, «yo, ese libre, | ||||
ese fiero me callé. Me avergüenza que estos oprobios a nos | ||||
sí decirse han podido, y no se han podido desmentir. | ||||
Mas tú, si es que he sido de celeste estirpe creado, | ||||
dame una señal de tan gran linaje y reclámame al cielo». | 760 | |||
Dijo y enredó sus brazos en el materno cuello, | ||||
y por la suya y la cabeza de Mérope y las teas de sus hermanas, | ||||
que le trasmitiera a él, le rogó, signos de su verdadero padre. | ||||
Ambiguo si Clímene por las súplicas de Faetón o por la ira | ||||
movida más del crimen dicho contra ella, ambos brazos al cielo | 765 | |||
extendió y mirando hacia las luces del Sol: | ||||
«Por el resplandor este», dice, «de sus rayos coruscos insigne, | ||||
hijo, a ti te juro, que nos oye y que nos ve, | ||||
que de éste tú, al que tú miras, de éste tú, que templa el orbe, | ||||
del Sol, has sido engendrado. Si mentiras digo, niéguese él a ser visto | 770 | |||
de mí y sea para los ojos nuestros la luz esta la postrera. | ||||
Y no larga labor es para ti conocer los patrios penates. | ||||
De donde él se levanta la casa es confín a la tierra nuestra: | ||||
si es que te lleva tu ánimo, camina y averígualo de él mismo». | ||||
Brinca al instante, contento después de tales | 775 | |||
palabras de la madre suya, Faetón, y concibe éter en su mente, | ||||
y por los etíopes suyos y, puestos bajo los fuegos estelares, | ||||
por los indos atraviesa, y de su padre acude diligente a los ortos. |
Libro segundo
Faetón (II) | ||||
El real del Sol era, por sus sublimes columnas, alto, | ||||
claro por su rielante oro y, que a las llamas imita, por su piropo, | ||||
cuyo marfil nítido las cúspides supremas cubría; | ||||
de plata sus bivalvas puertas radiaban de su luz. | ||||
A la materia superaba su obra; pues Múlciber allí | 5 | |||
las superficies había cincelado, que ciñen sus intermedias tierras, | ||||
y de esas tierras el orbe, y el cielo, que domina el orbe. | ||||
Azules tiene la onda sus dioses: a Tritón el canoro, | ||||
a Proteo el ambiguo, y de las ballenas apretando, | ||||
a Egeón, las inabarcables espaldas con sus brazos, | 10 | |||
a Doris y a sus nacidas, de las cuales, parte nadar parece, | ||||
parte, en una mole sentada, sus verdes cabellos secar; | ||||
de un pez remolcarse algunas; su faz no es de todas una misma, | ||||
no distante, aun así, cual decoroso es entre hermanas. | ||||
La tierra hombres y ciudades lleva, y espesuras y fieras | 15 | |||
y corrientes y ninfas y los restantes númenes del campo. | ||||
De ello encima, impuesta fue del fulgente cielo la imagen, | ||||
y signos seis en las puertas diestras y otros tantos en las siniestras. | ||||
Adonde, en cuanto por su ascendente senda de Clímene la prole | ||||
llegó y entró de su dudado padre en los techos, | 20 | |||
en seguida hacia los patrios rostros lleva sus plantas, | ||||
y se apostó lejos, pues no más cercanas soportaba | ||||
sus luces: de una purpúrea vestidura velado, sentábase | ||||
en el solio Febo, luciente de sus claras esmeraldas. | ||||
A diestra e izquierda el Día y el Mes y el Año, | 25 | |||
y los Siglos, y puestas en espacios iguales las Horas, | ||||
y la Primavera nueva estaba, ceñida de floreciente corona, | ||||
estaba desnudo el Verano y coronas de espigas llevaba; | ||||
estaba también el Otoño, de las pisadas uvas sucio, | ||||
y glacial el Invierno, arrecidos sus canos cabellos. | 30 | |||
Desde ahí, central según su lugar, por la novedad de las cosas atemorizado | ||||
al joven el Sol con sus ojos, con los que divisa todo, ve, | ||||
y «¿Cuál de tu ruta es la causa? ¿A qué en este recinto», dice, «acudías, | ||||
progenie, Faetón, que tu padre no ha de negar?». | ||||
Él responde: «Oh luz pública del inmenso mundo, | 35 | |||
Febo padre, si me das el uso del nombre este | ||||
y Clímene una culpa bajo esa falsa imagen no esconde: | ||||
prendas dame, genitor, por las que verdadera rama tuya | ||||
se me crea y el error arranca del corazón nuestro». | ||||
Había dicho, mas su genitor, alrededor de su cabeza toda rielantes | 40 | |||
se quitó los rayos, y más cerca avanzar le ordenó | ||||
y un abrazo dándole: «Tú de que se niegue que eres mío | ||||
digno no eres, y Clímene tus verdaderos» dice «orígenes te ha revelado, | ||||
y para que menos lo dudes, cualquier regalo pide, que, | ||||
pues te lo otorgaré, lo tendrás. De mis promesas testigo sea, | 45 | |||
por la que los dioses han de jurar, la laguna desconocida para los ojos nuestros». | ||||
No bien había cesado, los carros le ruega él paternos, | ||||
y, para un día, el mando y gobierno de los alípedes caballos. | ||||
Le pesó el haberlo jurado al padre, el cual, tres y cuatro veces | ||||
sacudiendo su ilustre cabeza: «Temeraria», dijo, | 50 | |||
«la voz mía por la tuya se ha hecho. Ojalá mis promesas pudiera | ||||
no conceder. Confieso que sólo esto a ti, mi nacido, te negaría; | ||||
pero disuadirte me es dado: no es tu voluntad segura. | ||||
Grandes pides, Faetón, regalos, y que ni a las fuerzas | ||||
esas convienen ni a tan pueriles años. | 55 | |||
La suerte tuya mortal: no es mortal lo que deseas. | ||||
A más incluso de lo que los altísimos alcanzar pueden, | ||||
ignorante, aspiras; aunque pueda a sí mismo cada uno complacerse, | ||||
ninguno, aun así, es capaz de asentarse en el eje | ||||
portador del fuego, yo exceptuado. También el regidor del vasto Olimpo, | 60 | |||
que fieros rayos lanza con su terrible diestra, | ||||
no llevará estos carros, y qué que Júpiter mayor tenemos. | ||||
Ardua la primera vía es y con la que apenas de mañana, frescos, | ||||
pugnan los caballos; en medio está la más alta del cielo, | ||||
desde donde el mar y las tierras a mí mismo muchas veces ver | 65 | |||
me dé temor, y de pávido espanto tiemble mi pecho; | ||||
la última, inclinada vía es, y precisa de manejo cierto: | ||||
entonces, incluso la que me recibe en sus sometidas olas, | ||||
que yo no caiga de cabeza, Tetis misma, suele temer. | ||||
Añade que de una continua rotación se arrebata el cielo | 70 | |||
y sus estrellas altas arrastra y en una rápida órbita las vira. | ||||
Pugno yo en contra, y no el ímpetu que a lo demás a mí me | ||||
vence, y contrario circulo a ese rápido orbe. | ||||
Figúrate que se te han dado los carros. ¿Qué harás? ¿Podrías | ||||
en contra ir de los rotantes polos para que no te arrebate el veloz eje? | 75 | |||
Acaso, también, las florestas allí y las ciudades de los dioses | ||||
concibas en tu ánimo que están, y sus santuarios ricos | ||||
en dones. A través de insidias el camino es, y de formas de fieras, | ||||
y aunque tu ruta mantengas y ningún error te arrastre, | ||||
a través, aun así, de los cuernos pasarás del adverso Toro, | 80 | |||
y de los hemonios arcos, y la boca del violento León, | ||||
y del que sus salvajes brazos curva en un circuito largo, | ||||
el Escorpión, y del que de otro modo curva sus brazos, el Cangrejo. | ||||
Tampoco mis cuadrípedes, ardidos por los fuegos esos | ||||
que en su pecho tienen, que por su boca y narices exhalan, | 85 | |||
a tu alcance gobernar está: apenas a mí me sufren cuando sus agrios | ||||
ánimos se enardecen, y su cerviz rechaza las riendas. | ||||
Mas tú, de que no sea yo para ti el autor de este funesto regalo, | ||||
mi nacido, cuida y, mientras la cosa lo permite, tus votos corrige. | ||||
Claro es que para que de nuestra sangre tú engendrado te creas | 90 | |||
unas prendas ciertas pides: te doy unas prendas ciertas temiendo, | ||||
y con el paterno miedo que tu padre soy pruebo. Mira los rostros | ||||
aquí míos, y ojalá tus ojos en mi pecho pudieras | ||||
inserir y dentro desprender los paternos cuidados. | ||||
Y, por último, cuanto tiene el rico cosmos mira en derredor, | 95 | |||
y de tantos y tan grandes bienes del cielo y la tierra | ||||
y el mar demanda algo: ninguna negativa sufrirás. | ||||
Te disuado de esto solo, que por verdadero nombre un castigo, | ||||
no un honor es: un castigo, Faetón, en vez de un regalo demandas. | ||||
¿Por qué mi cuello sostienes, ignorante, con tus blandos brazos? | 100 | |||
No lo dudes, se te concederá -las estigias ondas hemos jurado- | ||||
aquello que pidas. Pero tú con más sabiduría pide. | ||||
Había acabado sus advertencias. Sus palabras, aun así, él rechaza | ||||
y su propósito apremia y flagra en el deseo del carro. | ||||
Así pues, lo que podía, su genitor, irresoluto, a los altos | 105 | |||
conduce al joven, de Vulcano regalos, carros. | ||||
Áureo el eje era, el timón áureo, áurea la curvatura | ||||
de la extrema rueda, de los radios argénteo el orden. | ||||
Por los yugos unos crisólitos y, puestas en orden, unas gemas, | ||||
claras devolvían sus luces, reverberante, a Febo. | 110 | |||
Y mientras de ello, henchido, Faetón se admira y su obra | ||||
escruta, he aquí que vigilante abrió desde el nítido orto | ||||
la Aurora sus purpúreas puertas, y plenos de rosas | ||||
sus atrios. Se dispersan las estrellas, cuyas columnas conduce | ||||
el Lucero, y de su posta del cielo el postrero sale: | 115 | |||
al cual cuando buscar las tierras, y que el cosmos enrojecía, vio, | ||||
y los cuernos como desvanecerse de la extrema luna, | ||||
uncir los caballos el Titán impera a las veloces Horas. | ||||
Sus órdenes las diosas rápidas cumplen y, fuego vomitando | ||||
y de jugo de ambrosia saciados, de sus pesebres altos | 120 | |||
a los cuadrípedes sacan, y les añaden sus sonantes frenos. | ||||
Entonces el padre la cara de su nacido con una sagrada droga | ||||
tocó y la hizo paciente de la arrebatadora llama | ||||
e impuso a su pelo los rayos, y, présagos del luto, | ||||
de su pecho angustiado reiterando suspiros, dijo: | 125 | |||
«Si puedes a estas advertencias al menos obedecer de tu padre, | ||||
sé parco, chico, con las aguijadas, y más fuerte usa las bridas. | ||||
Por sí mismos se apresuran: la labor es inhibirles tal deseo. | ||||
Y no a ti te plazca la ruta, derechos, a través de los cinco arcos. | ||||
Cortada en oblicuo hay, de ancha curvatura, una senda, | 130 | |||
y, con la frontera de tres zonas contentándose, del polo | ||||
rehúye austral y, vecina a los aquilones, de la Osa. | ||||
Por aquí sea tu camino: manifiestas de mi rueda las huellas divisarás; | ||||
y para que soporten los justos el cielo y la tierra calores, | ||||
ni hundas ni yergas por los extremos del éter el carro. | 135 | |||
Más alto pasando los celestes techos quemarás, | ||||
más bajo, las tierras: por el medio segurísimo irás. | ||||
Tampoco a ti la más diestra te decline hacia la torcida Serpiente, | ||||
ni tu más siniestra rueda te lleve, hundido, al Ara. | ||||
Entre ambos manténte. A la Fortuna lo demás encomiendo, | 140 | |||
la cual te ayude, y que mejor que tú por ti vele, deseo. | ||||
Mientras hablo, puestas en el vespertino litoral, sus metas | ||||
la húmeda noche ha tocado; no es la demora libre para nos. | ||||
Se nos reclama, y fulge, las tinieblas ahuyentadas, la Aurora. | ||||
Coge en la mano las riendas, o, si un mudable pecho | 145 | |||
es el tuyo, los consejos, no los carros usa nuestros. | ||||
Mientras puedes y en unas sólidas sedes todavía estás, | ||||
y mientras, mal deseados, todavía no pisas, ignorándolos, mis ejes, | ||||
las que tú seguro contemples, déjame dar, las luces a las tierras». | ||||
Ocupa él con su juvenil cuerpo el leve carro | 150 | |||
y se aposta encima, y de que a sus manos las leves riendas hayan tocado | ||||
se goza, y las gracias da de ello a su contrariado padre. | ||||
Entre tanto, voladores, Pirois, y Eoo y Eton, | ||||
del Sol los caballos, y el cuarto, Flegonte, con sus relinchos llameantes | ||||
las auras llenan y con sus pies las barreras baten. | 155 | |||
Las cuales, después de que Tetis, de los hados ignorante de su nieto, | ||||
retiró, y hecha les fue provisión del inmenso cielo, | ||||
cogen la ruta y sus pies por el aire moviendo | ||||
a ellos opuestas hienden las nubes, y con sus plumas levitando | ||||
atrás dejan, nacidos de esas mismas partes, a los Euros. | 160 | |||
Pero leve el peso era y no el que conocer pudieran | ||||
del Sol los caballos, y de su acostumbrado peso el yugo carecía, | ||||
y como se escoran, curvas, sin su justo peso las naves, | ||||
y por el mar, inestables por su excesiva ligereza, vanse, | ||||
así, de su carga acostumbrada vacío, da en el aire saltos | 165 | |||
y es sacudido hondamente, y semejante es el carro a uno inane. | ||||
Lo cual en cuanto sintieron, se lanzan, y el trillado espacio | ||||
abandonan los cuadríyugos, y no en el que antes orden corren. | ||||
Él se asusta, y no por dónde dobla las riendas a él encomendadas, | ||||
ni sabe por dónde sea el camino, ni si lo supiera se lo imperaría a ellos. | 170 | |||
Entonces por primera vez con rayos se calentaron los helados Triones | ||||
y, vedada, en vano intentaron en la superficie bañarse, | ||||
y la que puesta está al polo glacial próxima, la Serpiente, | ||||
del frío yerta antes y no espantable para nadie, | ||||
se calentó y tomó nuevas con esos hervores unas iras. | 175 | |||
Tú también que turbado huiste cuentan, Boyero, | ||||
aunque tardo eras y tus carretas a ti te retenían. | ||||
Pero cuando desde el supremo éter contempló las tierras | ||||
el infeliz Faetón, que a lo hondo, y a lo hondo, yacían, | ||||
palideció y sus rodillas se estremecieron del súbito temor, | 180 | |||
y le fueron a sus ojos tinieblas en medio de tanta luz brotadas, | ||||
y ya quisiera los caballos nunca haber tocado paternos, | ||||
ya de haber conocido su linaje le pesa, y de haber prevalecido en su ruego. | ||||
Ya, de Mérope decirse deseando, igual es arrastrado que un pino | ||||
llevado por el vertiginoso bóreas, al que vencidos sus frenos | 185 | |||
ha soltado su propio regidor, y al que a los dioses y a los rezos ha abandonado. | ||||
¿Qué haría? Mucho cielo a sus espaldas ha dejado; | ||||
ante sus ojos más hay. Con el ánimo mide los dos; | ||||
y, ya, los que su hado alcanzar no es, | ||||
delante mira los ocasos; a las veces detrás mira los ortos, | 190 | |||
y, de qué hacer ignorante, suspendido está, y ni los frenos suelta | ||||
ni de retenerlos es capaz, ni los nombres conoce de los caballos. | ||||
Esparcidas también en el variado cielo por todos lados maravillas, | ||||
y ve, tembloroso, los simulacros de las vastas fieras. | ||||
Hay un lugar, donde en gemelos arcos sus brazos concava | 195 | |||
el Escorpión, y con su cola, y dobladas a ambos lados sus pinzas, | ||||
alarga en espacio los miembros de sus dos signos: | ||||
a éste el muchacho, cuando, húmedo del sudor de su negro veneno, | ||||
y heridas amenazando con su curvada cúspide, ve, | ||||
de la razón privado por el helado espanto las bridas soltó. | 200 | |||
Las cuales, después de que tocaron postradas lo alto de sus espaldas, | ||||
se desorbitan los caballos y, nadie reteniéndolos, por las auras | ||||
de una ignota región van, y por donde su ímpetu les lleva, | ||||
por allá sin ley se lanzan, y bajo el alto éter se precipitan | ||||
contra las fijas estrellas y arrebatan por lo inaccesible el carro, | 205 | |||
y ya lo más alto buscan, ya en pendiente y por rutas | ||||
vertiginosas a un espacio a la tierra más cercano vanse, | ||||
y de que más bajo que los suyos corran los fraternos caballos | ||||
la Luna se admira, y abrasadas las nubes humean. | ||||
Se prende en llamas, según lo que está más alto, la tierra, | 210 | |||
y hendida produce grietas, y de sus jugos privada se deseca. | ||||
Los pastos canecen, con sus frondas se quema el árbol, | ||||
y materia presta para su propia perdición el sembrado árido. | ||||
De poco me quejo: grandes perecen, con sus murallas, ciudades, | ||||
y con sus pueblos los incendios a enteras naciones | 215 | |||
en ceniza tornan; las espesuras con sus montes arden, | ||||
arde el Atos y el Tauro cílice y el Tmolo y el Oete | ||||
y, entonces seco, antes abundantísimo de fontanas, el Ide, | ||||
y el virgíneo Helicón y todavía no de Eagro el Hemo. | ||||
Arde a lo inmenso con geminados fuegos el Etna | 220 | |||
y el Parnaso bicéfalo y el Érix y el Cinto y el Otris | ||||
y, que por fin de nieves carecería, el Ródope, y el Mimas | ||||
y el Díndima y el Mícale y nacido para lo sagrado el Citerón, | ||||
y no le aprovechan a Escitia sus fríos: el Cáucaso arde | ||||
y el Osa con el Pindo y mayor que ambos el Olimpo, | 225 | |||
y los aéreos Alpes y el nubífero Apenino. | ||||
Entonces en verdad Faetón por todas partes el orbe | ||||
mira incendiado, y no soporta tan grandes calores, | ||||
e hirvientes auras, como de una fragua profunda, | ||||
con la boca atrae, y los carros suyos encandecerse siente; | 230 | |||
y no ya las cenizas, y de ellas arrojada la brasa, | ||||
soportar puede, y envuelto está por todos lados de caliente humo, | ||||
y a dónde vaya o dónde esté, por una calina como de pez cubierto, | ||||
no sabe, y al arbitrio de los voladores caballos es arrebatado. | ||||
De su sangre, entonces, creen, al exterior de sus cuerpos llamada, | 235 | |||
que los pueblos de los etíopes trajeron su negro color. | ||||
Entonces se hizo Libia, arrebatados sus humores con ese bullir, | ||||
árida, entonces las ninfas, con sueltos cabellos, a sus fontanas | ||||
y lagos lloraron: busca Beocia a su Dirce, | ||||
Argos a Amímone, Éfire a las pirénidas ondas. | 240 | |||
Y tampoco las corrientes, las agraciadas con riberas distantes de lugar, | ||||
seguras permanecen: en mitad el Tanais humeaba de sus ondas, | ||||
y también Peneo el viejo y el teutranteo Caíco | ||||
y el veloz Ismeno con el fegíaco Erimanto | ||||
y el que habría de arder de nuevo, el Janto, y el flavo Licormas | 245 | |||
y el que juega, el Meandro, entre sus recurvadas ondas, | ||||
y el migdonio Melas y el tenario Eurotas. | ||||
Ardió también el Eufrates babilonio, ardió el Orontes | ||||
y el Termodonte raudo y el Ganges y el Fasis y el Histro. | ||||
Bulle el Alfeo, las riberas del Esperquío arden, | 250 | |||
y el que en su caudal el Tajo lleva, fluye, por los fuegos, el oro, | ||||
y las que frecuentaban con su canción las meonias riberas, | ||||
sus fluviales aves, se caldean en mitad del Caístro. | ||||
El Nilo al extremo huye, aterrorizado, del orbe, | ||||
y se tapó la cabeza, que todavía está escondida; sus siete embocaduras, | 255 | |||
polvorientas, están vacías, siete, sin su corriente, valles. | ||||
El azar mismo los ismarios Hebro y Estrimón seca, | ||||
y los Vespertinos caudales del Rin, el Ródano y el Po, | ||||
y al que fue de todas las cosas prometido el poder, al Tíber. | ||||
Saltó en pedazos todo el suelo y penetra en los Tártaros por las grietas | 260 | |||
la luz, y aterra, con su esposa, al infernal rey; | ||||
y el mar se contrae, y es un llano de seca arena | ||||
lo que poco antes ponto era, y, los que alta cubría la superficie, | ||||
sobresalen esos montes y las esparcidas Cícladas ellos acrecen. | ||||
Lo profundo buscan los peces y no sobre las superficies, curvos, | 265 | |||
a elevarse se atreven los delfines hacia sus acostumbradas auras; | ||||
los cuerpos de las focas, de espaldas sobre lo extremo del profundo, | ||||
exánimes, nadan; el mismo incluso Nereo, fama es, | ||||
y Doris y sus nacidas, que se ocultaron bajo tibias cavernas. | ||||
Tres veces Neptuno, de las aguas, sus brazos con torvo semblante | 270 | |||
a extraer se atrevió, tres veces no soportó del aire los fuegos. | ||||
La nutricia Tierra, aun así, como estaba circundada de ponto, | ||||
entre las aguas del piélago y, contraídas por todos lados, sus fontanas, | ||||
que se habían escondido en las vísceras de su opaca madre, | ||||
sostuvo hasta el cuello, árida, su devastado rostro | 275 | |||
y opuso su mano a su frente, y con un gran temblor | ||||
todo sacudiendo, un poco se asentó y más abajo | ||||
de lo que suele estar quedó, y así con seca voz habló: | ||||
«Si te place esto y lo he merecido, ¿a qué, oh, tus rayos cesan, | ||||
supremo de los dioses? Pueda la que ha de perecer por las fuerzas del fuego, | 280 | |||
por el fuego perecer tuyo, y su calamidad por su autor aliviar. | ||||
Apenas yo, ciertamente, mis fauces para estas mismas palabras libero» | ||||
-le oprimía la boca el vapor- «quemados, ay, mira mis cabellos, | ||||
y en mis ojos tanta, tanta sobre mi cara brasa. | ||||
¿Estos frutos a mí, este premio de mi fertilidad | 285 | |||
y de mi servicio me devuelves, porque las heridas del combado arado | ||||
y de los rastrillos soporto, y todo se me hostiga el año, | ||||
porque al ganado frondas, y alimentos tiernos, los granos, | ||||
al humano género, a vosotros también inciensos, suministro? | ||||
Pero aun así, este final pon que yo he merecido ¿Qué las ondas, | 290 | |||
qué ha merecido tu hermano? ¿Por qué, a él entregadas en suerte, | ||||
las superficies decrecen y del éter más lejos se marchan? | ||||
Y si ni la de tu hermano, ni a ti mi gracia te conmueve, | ||||
mas del cielo compadécete tuyo. Mira a ambos lados: | ||||
humea uno y otro polo, los cuales si viciara el fuego, | 295 | |||
los atrios vuestros se desplomarán. Atlante, ay, mismo padece, | ||||
y apenas en sus hombros candente sostiene el eje. | ||||
Si los estrechos, si las tierras perecen, si el real del cielo: | ||||
en el caos antiguo nos confundimos. Arrebata a las llamas | ||||
cuanto todavía quede y vela por la suma de las cosas». | 300 | |||
Había dicho esto la Tierra, puesto que ni tolerar el vapor | ||||
más allá pudo ni decir más, y la boca | ||||
suya se devolvió a sí misma, y a sus cavernas a los manes más cercanas. | ||||
Mas el padre omnipotente, los altísimos poniendo por testigos y a aquél mismo | ||||
que había dado sus carros, de que, si ayuda él no prestara, todas las cosas de un hado | 305 | |||
desaparecerían grave, acude, arduo, al supremo recinto | ||||
desde donde suele las nubes congregar sobre las anchas tierras, | ||||
desde donde mueve los truenos, y sus blandidos rayos lanza. | ||||
Pero ni las que pudiera sobre las tierras congregar, nubes | ||||
entonces tuvo, ni las que del cielo mandara, lluvias: | 310 | |||
truena, y balanceando un rayo desde su diestra oreja | ||||
lo mandó al auriga y, al par, de su aliento y de sus ruedas | ||||
lo expelió, y apacentó con salvajes fuegos los fuegos. | ||||
Constérnanse los caballos, y un salto dando en contrario | ||||
sus cuellos del yugo arrebatan, y sus rotas correas abandonan: | 315 | |||
por allí los frenos yacen, por allí, del timón arrancado, | ||||
el eje, en esta parte los radios de las quebradas ruedas, | ||||
y esparcidos quedan anchamente los vestigios del lacerado carro. | ||||
Mas Faetón, con llama devastándole sus rútilos cabellos, | ||||
rodando cae en picado, y en un largo trecho por los aires | 320 | |||
va, como a las veces desde el cielo una estrella, sereno, | ||||
aunque no ha caído, puede que ha caído parecer. | ||||
Al cual, lejos de su patria, en el opuesto orbe, el máximo | ||||
Erídano lo recibió, y le lavó, humeante, la cara. | ||||
Las náyades Vespertinas, por la trífida llama humeante, | 325 | |||
su cuerpo dan a un túmulo, e inscriben también con esta canción la roca: | ||||
AQUÍ · SITO · QUEDA · FAETÓN · DEL · CARRO · AURIGA · PATERNO | ||||
QUE · SI · NO · LO · DOMINÓ · AUN · ASÍ · SUCUMBIÓ · A · UNAS · GRANDES · OSADÍAS | ||||
Pues su padre, cubiertos por su luto afligido, digno de compasión, | ||||
había escondido sus semblantes, y si es que lo creemos, que un único | 330 | |||
día pasó sin sol refieren; los incendios luz | ||||
prestaban, y algún uso hubo en el mal aquel. |